Un gorrión en la Gran Manzana
La conocí cuando apenas despuntaban los primeros rayos de sol del 1923. La mañana del uno de enero me encontraba en el Cotton Club, el epicentro del Jazz en Nueva York, recogiendo los desechos de la gran fiesta organizada para recibir el año nuevo. Desde que alcanzamos los veinte y el país resurgía con fuerza de la Guerra, Nueva York se erigía como una gran urbe y todo el que quería despuntar en negocios, cine o arte tenía que pasar bajo la antorcha de la gran dama. Parecía que los tiempos se revolucionaban: todos disfrutaban de bailar nuevos ritmos como el charlestón y acudir a una sala de cine era cita obligada para la burguesía neoyorkina. La mujer empezaba a tomar fuerza en la sociedad; bajo la firma de Cocó se acortaron las faldas y las largas pipas eran un signo de feminidad y liberación. Nada más cruzó la puerta del club, vi en sus ojos cuánto anhelaba vestir los flecos y las perlas del cabaret, a pesar de que sus ropas delataban su procede...